Cuando creamos una identidad visual es muy fácil caer en algunas trampas que, a simple vista, pueden pasar desapercibidas, pero que a la larga le restan fuerza a la marca
1. Un logo demasiado complejo
Un buen logo es simple, versátil y queda bien en cualquier lugar.
Si cuando lo reducís o lo pasás a blanco y negro pierde legibilidad, es señal de que es demasiado cargado.
La clave es que sea sencillo y funcional. Acordate: menos es más. Un logo recargado no queda bien en todos lados y es difícil que alguien lo recuerde
2. Elegir los colores sin un porqué
Los colores son mucho más que algo estético.
Cada color genera una sensación distinta y tiene que estar alineado al público, al rubro y al mensaje que querés transmitir.
No elijas una paleta solo porque te gusta. Pensá qué querés comunicar y qué paleta te ayuda a lograrlo.
3. Usar tipografías solo porque “son lindas”
La tipografía es parte del lenguaje de la marca.
No alcanza con que sea linda o te guste; también tiene que reflejar su personalidad.
Cada tipo de letra habla su propio idioma. Por eso es clave que elijas una que sea coherente con el estilo y la esencia de la marca.
4. Diseños que no se adaptan a todos los formatos
Tu identidad visual tiene que funcionar bien en muchos espacios: redes sociales, web, packaging, papelería, merchandising…
Pensá en la versatilidad desde el principio. Así te asegurás que el diseño sea consistente sin importar dónde lo apliques.